Jordi Parrilla / Barcelona
Además de un “eslogan”, es una manera de empezar a entender lo que puede llegar a significar la longevidad y su repercusión en ámbitos como la salud, la economía o la tecnología por poner solamente algunos ejemplos. En una primera aproximación, el fenómeno de la longevidad puede parecer que se reduce a analizar las consecuencias de un alargamiento de la expectativa de vida y su impacto en aspectos como la salud o la economía.
De hecho, en España más de 14.000 personas superan ya los 100 años y parece que en 2060 esa cifra se situará en torno a las 220.000 personas. Aun desde la perspectiva, incompleta, de concentrar exclusivamente los efectos de los cambios en el fenómeno de la longevidad a los que directamente tienen que ver con la esperanza de vida, las implicaciones son amplias. La persona longeva pasará por diferentes estadios durante esta etapa que empieza en torno a los 60 años y que puede llegar a ser muy larga, y cada una de ellas tiene sus peculiaridades y sus necesidades.
Si todo se desarrolla de una forma lógica, empezará gozando de una salud satisfactoria, y es posible que en su etapa final necesite asistencia de terceros para vivir. A partir de los 75 años, cuando un buen número de personas que alcanzan esa edad, todavía son altamente independientes, un 30% viven solas, y surge una de las mayores preocupaciones para este colectivo: cómo afrontar la soledad.
Por lo tanto, y solo desde el punto de vista de la salud de la persona, ¿cuál es el reto de la longevidad, vivir más años o hacerlo de manera saludable? Cada vez este concepto de “vida saludable” está adquiriendo mayor importancia, hasta el punto de que las estadísticas empiezan a clasificar a los países no solo en relación a la edad que alcanzan sus habitantes (España junto a Japón se sitúa a la cabeza), sino también en el lugar que ocupan dentro de unos estándares de vida saludable (aquí España desciende algunos peldaños). Después de la salud, el aspecto tal vez más tratado es el que hace referencia al de la economía de las personas que alcanzan la edad de jubilación.
Nuevamente en este ámbito, hemos pasado de hablar solamente de su capacidad de subsistencia y por lo tanto de los sistemas de ahorro y pensiones, a desarrollar toda una especialidad dentro de la economía, la llamada “silver economy”.
Las personas longevas ya no son solamente sujetos pasivos de la economía, sino que representan un colectivo con capacidad de consumo y con características singulares en cuanto a por ejemplo pautas de comportamiento o necesidades. Son cada vez más las empresas que diseñan estrategias especificas para estos clientes, que además de potencial económico, son cada día más numerosos.
Sin embargo, y como decíamos al principio, la longevidad es un fenómeno más complejo, y en muchas de sus manifestaciones nos sitúa ante la perspectiva de un cambio radical del modelo social y económico. Desde el momento en que naces empiezas de alguna manera a envejecer, y las expectativas de vida no hacen más que crecer en muchos países. La clave para entender la longevidad por lo tanto se halla en como gestionar tanto a nivel individual y como sociedad las consecuencias de una pirámide demográfica en la que la base, que constituirían los nacimientos, y la altura, que la constituirían las personas de mayor edad, cada vez tienen un grosor más parecido, hasta el punto de que la figura que se dibuja poco tiene que ver con una pirámide. Como consecuencia, cada vez más un número mayor de sujetos de diferentes generaciones conviven durante un mismo periodo de tiempo.
El reto no es solamente el de afrontar los problemas de la convivencia intergeneracional, sino de como sacar provecho a este fenómeno sin precedentes, en cómo salvaguardar este “talento senior” y trasladarlo a las generaciones más jóvenes, además de intentar que esta convivencia genere beneficios a la sociedad.
Ya no sorprende por ejemplo las imágenes en las luchas en ámbitos como la concienciación y la actuación frente al cambio climático de jóvenes y mayores al frente de diferentes tipos de manifestaciones y actuando conjuntamente. Todos estos elementos sumados y combinados hacen de la longevidad un fenómeno que merece ser estudiado y analizado en profundidad, y que en muchas de sus manifestaciones nos sitúa como decíamos antes, ante un cambio radical de modelo social y en consecuencia económico en el que de entrada nos planteamos dos cuestiones:
¿Será capaz la sociedad de organizarse de forma eficiente en un modelo demográfico en el que una parte importante de las personas pertenezcan a los estratos superiores de la pirámide y en el que deben convivir un número sujetos pertenecientes a generaciones distintas cada vez mayor?
¿Es el fenómeno de la longevidad con los principios que le son propios un motor de cambio que sea capaz de transformar el modelo de sociedad actual y de los valores por los que se rige en un modelo sostenible desde todos los puntos de vista? Puede parecer una exageración, pero una buena parte del futuro a nivel mundial depende de resolver satisfactoriamente estas dos cuestiones.
Foto: Matthew Bennett